Cornelius sale a paseo con una amiga, la sobrina del propietario del gimnasio donde trabaja, cuando unos desconocidos intentan secuestrarla. A partir de aquí, los hechos se suceden como una riada donde se ve arrastrado por la corriente.
Cornelius es ingenuo. Ingenuo e iluso. Cualquier cosa que le pasa es, bajo su punto de vista, de origen externo, nunca fruto de nada que haya hecho. Aun así, sus acciones e inacciones han tenido consecuencias. Y él, en el fondo, lo sabe: la culpa es la señal.
Es un cómico fascinante que está trabajado en paralelo, en dos dimensiones que no se creen: por un lado es un cómico corriendo que nos relata las peripecias del protagonista, por la otra es un catálogo de estilos de la evolución estética y narrativa del cómico desde su prehistoria (las aleluyas) hasta las formas más vanguardistas.
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